Reseñar una obra o hacer la parodia sobre un texto, no es crítica. El crítico de arte que se asume como tal, escribe o habla sobre el producto artístico y sus creadores, lo hace valiéndose de una valoración estética, basándose en la historia del arte y sus disciplinas.
Mínimo tendrá que tener un ojo ya entrenado en la observación de obras en cualquier periodo y un hábito de lectura. En su labor selecciona, compara y emite juicios de labor, no hace escritos para quedar bien con el artista remitiéndose simplemente a producir textos curatoriales.
Se le considera a Denis Diderot (1713-1784) como el padre de la crítica de arte. Sentó las bases en salones abiertos al público, que en ese entonces, actuaban como centros para la difusión de artistas y obras, propiciando modas y gustos, por lo que fueron punto de crítica y debate. Diderot escribió sus impresiones sobre estos salones arriesgándose a proponer y comentar lo que a muchos les parecía bien.
No existe una carrera o maestría en crítica de arte. En la actualidad algunas escuelas ofrecen licenciatura en curaduría y gestión en arte. Ser curador cada día se pone en boga, deciden qué se expone, cómo debe ser una museografía, establecen conexiones con museos y centros culturales, formulan catálogos y aún más adquieren el papel de críticos.
El crítico además de ser un observador, arriesga. No es monedita de oro y tampoco tiene la última palabra en estos menesteres. Las argumentaciones son las que cuentan y sobre todo depende del color del cristal con el que se mire.
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