Al entrar a la sala el recibimiento lo da una canción misteriosa con la voz de una niña que no se alcanza a percibir de dónde viene. Una hoja de gran formato, al parecer de un libro o una revista, llama la atención mostrando la fotografía de Mao Zedong, el padre fundador de la república China; otra pieza gigantesca en cuadros rojos recuerda a las faldas escocesas.
En medio del salón una escultura de panteras negras aguarda ser observadas, en la esquina esta la única obra pictórica, óleo sobre madera realizada en un lienzo gigantesco que entre manchones muestra figuras humanas vagando por la vida.
Llega un momento en que la canción retumba hasta que encuentras el brote del sonido; es un ventilador postrado sobre una caja que gira al ritmo de sus aspas y una bandera blanca, es el color que simboliza la paz conectado a un CD: la obra se llama “Bye, Bye”.
Antes de pasar a la segunda sala resaltan las figuras de madera tituladas “Salón de clases volador”, que asemejan la representación del nacimiento cristiano. Para cerrar con broche de oro se encuentra el huevo pulido, un recurso que utilizan y repiten constantemente los artistas contemporáneos.
Algunas de las obras presentadas monumentales me hicieron recordar al escultor Claes Oldenburg, apodado el Bernini del consumismo, conocido por sus instalaciones en lugares públicos, tales como una cuchara con una cereza, una hamburguesa y, la más conocida, un cono de nieve caído que se encuentra en un centro comercial en Cologne, Alemania.
Oldenburg dijo que su obra evocaba las agujas góticas de Colonia y que la aguja sirve como un símbolo de fugacidad comparando su pieza con una cornucopia que representa la abundancia del consumismo, por lo menos argumentaba su trabajo.
Al terminar el recorrido se antoja dar un vistazo al salón de lectura, pocos libros para un museo tan grande. Resalta una pequeña colección de literatura y el libro “Textos sobre la obra de Gabriel Orozco”, pero el que llamó mi atención fue “Azul como una naranja”, una crónica del arte contemporáneo del escritor Juan Villoro.
En fin, todo puede pasar desapercibo mientras no te toque una tormenta y las calles se inunden en Ciudad Zapopan.
EN EL MAZ Y EL CABAÑAS
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