Mamá con silbato

Lupita Reyes, arbitro 

Es madre soltera de cuatro niñas (en la imagen, la mayor), por las noches es silbante de futbol y quiere integrarse a un conjunto musical. Le encanta que en la cancha le griten: “¡Estás buena para la cocina!”

Fue clarinetista en una banda femenil de aliento. Es madre soltera de cuatro niñas de doce, nueve, siete y dos años, cuida a dos adultos mayores y tiene que soportar gritos como: “¡Es- tás buena para la cocina!”, pero eso le encanta a Lupita Reyes, nacida en Tlaquepaque, y quien es árbitro desde hace cuatro años.

Comenzó como asistente de árbitro en la silla de las canchas de San Antonio Soccer, “mi primer partido fue pitándole a los niños, después a las mujeres y a los hombres”. Según Lupita, lo más difícil son los gritos que comúnmente escucha durante los encuentros por parte de algunos jugadores, y más tener que sacrificar tiempo para convivir con sus hijas. “Hay ocasiones en que los partidos terminan tarde, llegoamicasaala1:00am,yamisniñas no las veo”. Los fines de semana trata de compensarles su ausencia ayudándoles con las tareas, los domingos las lleva a las canchas para que convivan entre sí y la vean jugar. A pesar de eso, a sus pequeñas les gusta que Lupita sea árbitro: “Siempre me dicen: ‘Mami, te ayudo’”.

La mamá-árbitro trabaja de lunes a viernes atendiendo, por las mañanas, a dos adultos mayores, por lo cual recibe 750 pesos semanales; por las tardes hace la comida para sus hijas y las lleva a la escuela, a la más chica la deja encargada con sus padres. Por la noche las recoge para llevarlas a casa, y entonces quitarse el atuendo de madre y ponerse el de ár- bitro para irse a pitar.

Lupita llega puntual a los partidos y con una sonrisa después de haber trabajado todo el día. Se presenta con su cabello agarrado, su uniforme color verde y su sil bato bien colocado alrededor de su cuello, para marcar las faltas. En muchos partidos, comenta, hay jugadores que se burlan de ella, “por eso me gusta ser árbitro, por un reto que ellos mismos te ponen, piensan que no puedes con el paquete”. A veces le dicen que no quieren que sea ella la silbante, “no te creen competente y les da miedo que una mujer les pite”. El reto es demostrarles que hace bien su trabajo, y al conocerla después la piden para que participe otras veces en sus partidos.

En algunas ocasiones, en el juego le han dicho groserías, tanto hombres como mujeres, “y qué hago, ya nomás me queda escucharlas, a veces las mujeres te dicen más vulgaridades que los hombres”.

Lupita ha tenido algunos roces, producto de su trabajo en la cancha: “He tenido dos altercados. El primero fue cuando me tocó estar en una final y le anulé un gol a un señor, porque se barrió y metió el gol de fuera. Se puso bastante agresivo y tuvieron que calmarlo sus compañeros. Otro, cuando una chica me esperó en la calle y comenzó a decirme de cosas y, aunque ya estaba afuera del trabajo, le contesté a habladas, pero fue la única vez”.

En su último embarazo dejó de jugar cuando el producto cumplió seis meses; a los quince días de nacida su bebé, regresó a la cancha. “En la casa me aburría y mi cuerpo ya está acostumbrado, y también la necesidad, ya que enviudé durante mi embarazo”.

Aparte del futbol, tocaba el clarinete en una banda femenil, y a sus 31 años su próxima meta es entrar a la agrupación Soñadoras y alternar la música, el hogar y los partidos.  

 

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