Los artistas de todos los tiempos han lidiado con el problema de crear una obra de buen gusto y que sea aceptada por la crítica.
La estética tiene por objeto de estudio la esencia y percepción de la belleza, además estudia las razones y las emociones, así como las diferentes formas del arte sus cualidades lo grotesco y lo hermoso.
En diferentes épocas han existido diversas posturas para evaluar lo que en cada periodo de la historia se consideraba como estético.
En la pintura también se han creado cuadros de monstruos y figuras grotescas. Algunos monstruos fueron inspirados por descripciones bíblicas como la entrada al infierno.
Opuestas a las obras de ángeles radiantes de belleza, el artista de monstruos aportaba un valor imaginativo teniendo mayor libertad creativa con la personalidad caótica de sus protagonistas.
No todo el arte debe ser bello y equilibrado. En el arte la belleza se expresa de acuerdo al ideal de estética de ese momento histórico. Tal vez, lo que en un cierto momento se consideró bello, ahora no lo es, o al contrario.
En el siglo XX se comenzó a cuestionar sobre las representaciones históricas referente a lo bello, intentando mostrar nuevas alternativas artísticas. Tal fue el caso del gran escultor francés Auguste Rodin (1840-1917).
Sus obras fueron objeto de muchas discusiones entre los críticos, ya que en algunas ocasiones dejaba parte de la piedra sin esculpir, dando la apariencia de que aún no estaba terminada la pieza; Rodin dejaba así sus obras argumentando que quería dar la impresión de que su figura estaba surgiendo del caos y tomando forma.
Ante estas argumentaciones sus críticos hacían cada vez más observaciones a sus trabajos, para ellos la perfección artística seguía consistiendo en que todo debía quedar bien terminado y pulido. A pesar de la crítica, Rodin afirmaba que tenía el derecho de terminar su trabajo cuando él creía haber logrado sus objetivos artísticos.
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