LAS CRISTERAS

Era el año de 1925. En Alemania el partido comunista se reúne por primera vez en Berlín; en Venecia se estrena la comedia musical “Gil amantisposi”; en Granada, España, se inaugura el tranvía a Sierra Nevada que permite la comunicación entre pueblos de provincia y durante el invierno el recorrido ofrece un hermoso paseo por la nieve. Nellie Tayloe Ross es la primera gobernadora en los Estados Unidos; en México toma poder el presidente Plutarco Elías Calles.

A Natalia López le hubiera gustado enterarse de todos estos acontecimientos, de lo único que se enteraba eran de los chismes del pueblo y de las campanadas de la iglesia del Señor del Ocotito, el cual decían los pobladores que era muy milagroso y hasta le dejaban milagritos, como trenzas, ropa con sangre de los accidentes en campo y retablitos; dibujos coloridos y textos que contaban anecdóticamente el milagro concedido en muestra de agradecimiento por favores recibidos; todo puesto en un pedazo de lámina. Se encontraban por todos lados de la capilla, los que más abundaban era los de mujeres.

El que más llamaba la atención era un retablo de 1811, nadie sabía por qué seguía ahí, su lámina ya estaba oxidada y el texto poco claro:

Encontrándonos en el campo sin agua y descuidado el batallón, llegó un grupo de 30 hombres a caballo y bien armados, dispararon sin piedad, una bala hirió a mi general en el pecho dejándolo sin hablar, me encomendé al señor del Ocotito para que otra bala no le diera y pedí porque se aliviara.

Gracias señor del Ocotito por haberme hecho el milagro de que la bala que hirió a mi general no le quitara la vida y regresara a la revolución y por dejarme aprender el oficio de las armas en defensa de los míos, en muestra de agradecimiento te dejo este retablo.

El retablo estaba pegado en el techo, en el dibujo se observaba un campo casi seco, hombres a caballo disparando a militares, una mujer abrazando a un hombre desangrándose en el piso. La mujer simulaba a una soldadera con sus trenzas, sus cananas cruzadas bien puestas, falda larga color negro y blusa de manta, en ese tiempo se les llamaron adelitas también y fueron las que acompañaron en todo momento a los soldados.

Había una historia en el pueblo sobre una mujer que fue robada de un rancho por los soldados de la revolución mexicana, Regina. Se decía que se después de que fue robada se hizo la mujer de un general y andaba armada como él. El general después la abandonó por otra adelita y ella se hizo enfermera en la capital de México.La gente decía que era de ella el retablo de la capilla y regresó al pueblo a dejarlo.

Lo había mandado hacer a un retablero de oficio nombrado don Cuco, era el que se encargaba de dibujarlos, Regina le contó la historia de su pesar y el hombre dibujo. No quiso ver a su familia por miedo a que la rechazaran por ser la mujer de un general, no estar casada, andar de pueblo en pueblo, echando bala y en burdeles.

Los retablos reflejan los sufrimientos y pesares de una población.En Jalostotitlán era muy común que sus pobladores ofertaran este tipo de ofrendas a un santo al cual se encomendaban a la hora de sufrir el percance. Al pedir el favor se tenía que agradecer dando el retablo y haciendo público el milagro realizado.

Era 1925 y las mujeres mexicanas habían dejado de usar los estorbosos vestidos de seda. La moda, cabello corto en melena, los vestidos a la rodilla y el sombrerito que figuraba el estilo charleston de baile de la época.

Natalia nació en los Altos de Jalisco en Jalostotilán México, en donde la tierra es roja y los encinos se divisan por doquier, es una región seca, pero cuando hace frío, hace frío. No era fácil para las familias campesinas la vida en Jalos como le llamaban sus pobladores, las actividades comenzaban a las cinco de la mañana, las mujeres a preparar el maíz para las tortillas, los hombres a la ordeña, después las mujeres a lavar los cantaros de la leche, era una de las actividades que no le gustaba hacer a Natalia, de piel blanca como la leche que ordeñaba y sus ojos color miel hacían un contraste con su cabello largo.

Ella no vestía con esos vestidos que se relacionan con el charleston, casi todos sus vestidos eran de manga larga de cuadritos y con encaje alrededor del pecho.El reboso era indispensable para todos los días, era como una prenda íntima. Además tenía puesta siempre una medallita de un Cristo que le había regalado su madrina en sus quince años, ni para bañarse se la quitaba.

Dicen que su descendencia provenia de Francia por parte de su madre. Tenía tres hermanas y tres hermanos, hubieran sido nueve en total, pero su madre los perdió durante el parto.En Jalostotitlán sólo tenían un doctor, el doctor Manuel Tejeda y con las parteras no se contaba del todo. Cuando se les necesitaba tardaban mucho en preparar las hierbas que utilizarían y a veces no se encontraban en sus casas.

Su hermana Catalina, tenía diecisiete años, al contrario que Natalia llevaba el pelo corto. Su madre a diario le reclamaba el porqué se había cortado sus trenzas, Catalina no quiso decir que había pedido al santo de la capilla por un novio, el hijo del panadero. Por el favor recibido cortó sus trenzas y las dejó en el templo, cada domingo las veía, fielmente guardaba el secreto.

Pili, era la más pequeña de la familia.Aún jugaba con muñecas de cartón y juguetes de madera que alguna vez le compraron a sus hermanas mayores en la plaza de la capilla. Siendo tan pequeña no se salvaba del trabajo en casa, dentro de sus labores diarias tenía que quitar de los frijoles las pequeñas piedras que se encontraban, ya que a la hora de estar calientes y servidos en la mesa era desagradable que un frijol se confundiera con una piedra y se llevara a la boca.

Varias veces le pasó a don Miguel, papá de Pili, Natalia, Catalina y Pachita.La última vez casi se muere, la piedra era tan grande que se le atoró en la garganta, lo bueno fue que la piedra estaba cubierta de lodo y se deshizo cuando le dieron rápidamente tepache a beber.

Otras de las labores de Pili, era desgranar el maíz. En la casa tenían un tapanco pequeño ahí guardaban la reserva del maíz, lo ponían a secar y servía para el atole y para el pozole. A Pili le gustaba jugar ahí, pasaba casi todas las mañanas en el tapanco con sus gatos, a veces algunas ratas entraban y los gatos tenían que encargase de ellas, Pili nunca vio cuando los gatos las agarraban. Se las llevaban al corral; ahí se deban su festín.

Su madre no ponía mucha atención en Pili por los quehaceres de la casa, las que cuidaban de ella eran sus dos hermanas mayores. A la hora del rosario Pili era la que no ponían atención en nada, al contario arrebata el rosario de sus hermanas y se ponía a jugar con él:

-¡Escuincle del demonio!Le decía su madre, cada vez que le arrebataba los rosarios. Pili, corría con su pequeño reboso.

El orgullo de su madre era el pequeño altar de Pili, tenía una imagen de un santo y algunas veladores que ya no tenían cera, su madre pensaba que era porque Pili tal vez quería ser monja, pero para ella el altar era su casita de juegos, las velas eran la comida y la estampa del santo su invitado a comer.

Natalia, de entre sus tres hermanas, era la mayor con apenas veinte años.Recordaba que en sus quince años le festejaron matando un puerco y bailando su primera pieza de baile armonizado por la banda del pueblo: una trompeta, un tambor, dos guitarras, porque esa era la primera vez que una mujer en los Altos de Jalisco debía bailar. Después de su vals, se hacía público que ya podía bailar en las fiestas con algún pretendiente.

Sus padres eran duros y conservadores. En casa podía faltar la carne, el cerdo, la gallina o los huevos, pero ir a misa no, todos los domingos la familia tenía que estar presente en ella y por si fuera poco el rosario se rezaba a diario cuando el sol se metía. De ley todas las hijas tenían que estar presentes y si los varones llegaban a esa hora sin remedio hacían acto de presencia. Sus tres hermanos, Evaristo, Miguel y Francisco,el varón menor al cual de cariño le decían Pani. Evaristo y Miguel ya estaban casados y con familia, pero vivían a unos cuantos metros de la casa de sus padres, el terreno era grande para la siembra y se ayudaban mutuamente.

Era domingo y sonaban las campadas a las seis de la mañana de la capilla del Señor del Ocotito:

-Natalia, ¿ya estás lista para ir a la misa de gallo? Preguntó la madre.

-¡Es muy temprano! Además tengo cosas que hacer. Reclamó con voz de enojo. A lo que su madre contestó:

-Los domingos son para dedicarlos a nuestro santísimo. Dijo mientras quitaba las cobijas de cada una de sus hermanas, diciéndoles que ya estaba el sol y no tenían porqué estar acostadas.

Qué más daba para Natalia y sus hermanas, era un domingo más, un sermón más, lo bueno era que durante la misa dejaban de escuchar al sacerdote y se sonrojaban con los chicos del pueblo, ahí se les podía ver.Su otra hermana de quince años,Pachita, era la atracción de los chicos desde su fiesta de quince años, como decían en el pueblo: pasó de niña a mujer.

Era la hora de la hostia en la misa y era evidente que Natalia y sus hermanas ya querían salir a la plaza a dar una vuelta, platicar con sus amigas y dar vueltas en la plaza entrelazadas de los brazos a que los muchachos del pueblo les obsequiaran una flor, no importara que fuera una margarita o una rosa, pero la que tuviera más flores era la más bonita de ese domingo.

El padre Rómulo no se veía sereno como todos los domingos, de su frente caían gotas de sudor y parecía el Cristo en la cruz, pero sin la sangre, al dar la última hostia apresuradamente fue al atrio y sin siquiera limpiar la copa del vino, les dijo a los fieles:

-Hermanos, acaban de comer el cuerpo de Cristo y está en ustedes, ustedes llevan adentro la esencia de nuestro señor. No dejemos que nuestro culto se termine por leyes de politicuchos que nos quieren hacer menos. ¡Qué voy a saber yo de política hijos míos! Pero lo único que sé, es qué ¡viva Cristo rey y la Santísima virgen de Guadalupe! Y a orar hijos míos porque no sabemos lo que viene y necesitamos estar juntos como la vaca y el becerro, Jesús está en su corazón, amén.

-Amén, contestaron los presentes, que fue como decir, no se diga más.

En la plaza no se hizo ningún comentario sobre lo que dijo el cura, pero sus palabras en el mercado se dejaron correr como el colorante en el agua:

-¿Qué habrá querido decir el padrecito con eso? Dijo doña Camila, quien vendía el menudo dominical.

-Pos, si el padrecito quiere que nos unamos y si se hace una revuelta yo seré la primerita que alborote a mi viejo pa la piñata y si se ha de romper que se rompa ya, si nomás se escucha en la capital que quieren quitar a los padrecitos de sus labores. Le contestó Juanita, la de los tamales de elote y atole de trigo.

A Natalia le inquietó las palabras del cura, quien le había dado las aguas bautismales y celebró recientemente la misa de los quince años de Pachita:

-¡Mejor vamos a escuchar la cajita de música a la casa de Doña Carolina! Dijo Pachita refiriéndose a un fonógrafo.

Doña Carolina tenía más de cuarenta años, era una de las solteronas más codiciadas del pueblo, era una mujer de mundo y se decía que era amante de varios casados, pero era un secreto a voces, porque daba buenas limosnas a la capilla, además siempre ayudaba con las despensas de los pobres.

-No Pachita, mejor vamos a dar la vuelta a la plaza, ya ves que siempre llegas con flores a la casa, hasta podrías hacer un camino de la plaza a la casa con los pétalos de flores. Pachita se rió sólo de imaginarlo.

General: Plutarco Elías Calles.

Las palabras del padre Rómulo fueron indirectas al gobierno del general Plutarco Elías Calles, que había entrado al poder en 1925, se decía que no había otro hombre como el general, al que después se le recordaría como un emperador romano perseguidor de los cristianos.

El general no venía de una familia de abolengo de la época, fue mesero en una cantidad de Guaymas en Sonora, donde nació.A cualquier comida presidencial le gustaba pedir camarones y ostiones, no podía negar que venía de la costa. Después fue profesor y periodista.

En 1912 se unió a las fuerzas de Francisco I. Madero, de ahí pasó a ser gobernador interino de Sonora y hasta que tomó protesta como presidente de México.

Francisco Plutarco Elías Campuzano, ​​ mejor conocido como Plutarco Elías Calles, ​ fue un político y militar mexicano, presidente de los Estados Unidos Mexicanos en el cuatrienio de 1924 a 1928.

Era de ideas liberales y se dice que su familia era católica hasta llegar a lo ortodoxo, apreciaba los placeres sencillos y la vida familiar, cada año se tomaba la fotografía familiar con sus hijas, hijos y nietos. Quién iba a decir que el general Calles y su gabinete desataría el conflicto entre la Iglesia y el Estado:

-Pronto les voy a poner una reforma al código penal que tenga infracciones a los cultos religiosos, eso de la religión es cosa de mujeres y al gallinero de la República…. Dijo el presidente Plutarco Calles.

-¿Y esos quiénes son mi general? Interrumpió Aurelio Manrrique, personal de su gabinete presidencial.

– Son los católicos más alborotadores, los de Jalisco.

 

En Jalos

El tiempo no se sentía en Jalostitlán, las vacas, la leche, el maíz, las fiestas del pueblo, las flores de los muchachos y las misas. Eran pocas las mujeres que su familia decidía mandarlas a Guadalajara a estudiar, preferían mejor casarlas con alguien del pueblo que estuviera bien acomodado.

Natalia aún no se casaba y para la época ya era un poco grande para no estar comprometida o tener una relación formal. Eso era lo que pensaba su familia, pero Natalia tenía un secreto de amor, no era de cartas, ni imposible, sino real.

Natalia y sus hermanas daban catecismos a los niños del pueblo, los preparaban para su primera comunión. Eran catequistas, su madre las motivó a que enseñaran a otros niños. A Pachita se le complicaba bastante los niños de entre cuatro y seis años, no le ponían atención, además tenía que lidiar con su hermanitaPili que también estaba en el grupo. Una vez se le perdió Juanito, un niño de cinco años.

Los sábados eran los días destinados para la enseñanza católica, todavía no terminaba el catecismo. Hacía calor en el pueblo, los niños no se concentraban y mejor Natalia los puso a dibujar. Cuando pidió los trabajos le llamó la atención el dibujo de Paquito,el hijo de un hacendado de la región, su dibujo mostraba a soldados a fuera de la plaza del centro. A Natalia no le gustó el dibujo y en cuanto iba a preguntarle sobre su dibujo llega el padre Rómulo de su viaje a Guadalajara, no saludo a nadie, fue directamente a tocar las campanadas:

-¡Pero si no es domingo! Dijo Pachita a Natalia. Después Natalia guardó el dibujo y formó a los niños para que no fueran a perderse entre la multitud. Los niños comenzaron a llorar con las campanadas y cohetes.

La gente del pueblo y de los sembradíos alrededor dejaron sus actividades diarias para congregarse dentro del templo, la gente de los mercados y tiendas cerraron, la mamá de Natalia fue de las primeras en llegar al templo, pero antes había ido por su comadre y sus vecinas. Ya que había una multitud el padre fue al atrio:

 

-¡Hijos míos, ya era un presagio!

-¡Acaba de entrar la nueva ley en vigor! Era 31 de julio de 1923.

-Nos acaban de poner la ley y nos prohíben los cultos. Decía el cura Rómulo mientras ondeaba un estandarte de la virgen de Guadalupe.

De esas palabras surgió un grupo el cual fue llamado los cristeros que defendían el culto católico y se oponían a las leyes del presidente de ese tiempo Plutarco Elías Calles. Era una lucha entre cristeros y federales militares del gobierno. Las mujeres fueron las que motivaron a los hombres a la batalla. La familia de Natalia fue una de tantas que mantuvieron los cultos religiosos dentro de sus casas, en las cuevas. Las mujeres fueron las mensajeras y los hombres a la guerra.

El conflicto duró tres años. Durante ese periodo hubo enfrentamientos y miles de muertos, entre ellos sacerdotes; a quienes hicieron mártires por defender su culto religioso, ya que antes de ser fusilados gritaban la frase “¡Viva cristo rey!”.

Los cristeros lograron triunfar después de una batalla intensa por sus ideales, pero una cosa quedó muy clara: la separación entre la Iglesia y el Estado.

Terminado el conflicto Natalia perdió a sus hermanas y padres, pero algo le quedó muy claro: que las guerras no tienen sentido, y son por intereses de unos cuantos y que la religión es manipulación, pero conoció la valentia de las mujeres, quienes dieron todo por los suyos.

Pasó el tiempo y ningun relato de la participación de mujeres en este conflicto volvió a escucharse. Solo quedaron los relatos en los retablosqueoxidados y despostillados aguardan en la capilla del señor de Ocotito, esperando a ser leidos.

 

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